El señor Fernández estaba cómodamente sentado en su sillón, leyendo un libro que él había ayudado a editar. El adoraba las historias pues podía ver la vida de los personajes sin tener que interactuar mucho con las personas. Escogió esta línea de trabajo pues una vez al mes le venían a dejar un manuscrito y él en cosa de días ya tenía las indicaciones listas. Muchos lo describirían como el genio huraño de la edición, además de que era muy exigente pues tenia que gustarle la historia para empezar a trabajar. Los títulos en los que trabajaba siempre llegaban a ser los mas vendidos y se consideraban unas obras maestras.
El como persona era bastante particular pues su apariencia de por si era desaliñada y parecía tener nulas habilidades sociales. Tampoco entendía del todo las relaciones humanas y las demostraciones de afecto por lo cual en su infancia fue obligado a ir al psiquiatra quien le dio un diagnostico que fue su etiqueta en el colegio al que fuera.
No le importaba mucho solo no quería que otras personas invadieran su espacio seguro que era su hogar. Su adolescencia fue especialmente difícil ya que las exigencias sociales aumentaron, pero él se refugiaba en sí mismo y no aceptaba cualquier contacto afectivo. También fue molestado por sus conductas extrañas pero supo arreglárselas bastante bien ya que su padre lo obligo a meterse en artes marciales mixtas.
-Eres un jodido bicho raro, pero eres mi hijo y no dejare que nadie te moleste- es lo que le dijo su padre.
Pero al señor Fernández le daba igual, pues solo quería leer sin ser molestado y eso incluía a su madre que siempre fue lábil y lloraba por la condición de su pobre hijo. Siempre pensaba en como mejorar esos libros que leía y así fue como llego a la carrera de edición de textos, en donde aprendió todo lo que le faltaba para hacer realidad aquellos ejemplares con los que soñaba. Cuando se graduó fue inmediatamente contratado por una editorial quien vio su talento. Afortunadamente aceptaron sus condiciones para trabajar y a eso se había dedicado los últimos cuarenta años. Ahora que casi llegaba a la tercera edad estaba pensando en retirarse pues ya no se estaba sintiendo demasiado bien. Editar le encantaba pero creía que ya era momento de retirarse y dedicarse a leer su basta colección un par de veces mas antes de finalmente morir.
Pero el destino le tenía preparado otros planes cuando alguien toco a su puerta esa fría mañana de enero. Con toda molestia pensó en dejar que se cansara de tocar y se fuera, ese era el plan pero los golpes en la puerta no cesaban. Entonces lleno de fastidio fue a ver quien era pues no se supone que le entregaran un ejemplar hoy.
-¡váyase!- exclamo con una expresión indescifrable sin abrir la puerta
-Le aseguro que el ejemplar que tengo en mis manos le gustará- dijo una voz femenina
-¿De qué trata el libro?
-Venga al café literario a las 17:00 y lo sabrá- dijo con astucia la mujer detrás de la puerta.
-¿entiende que a penas salgo de mi casa? No lo haré por cualquier insignificancia
-Solo si le interesa: con su ayuda este libro revolucionara el mundo para personas como nosotros. Pero bueno no se puede obligar a nadie, que tenga un buen día, lo estaremos esperando.
-Si claro.
Pero en su mente picaba la curiosidad pues nadie nunca había descrito así un libro ni siquiera los más polémicos. Así que casi obligadamente se coloco su abrigo y se dirigió hasta el café literario. Tuvo que llamar un taxi pues detestaba ir en el metro, pues este estaba lleno de gente. Una vez en el lugar se dio cuenta de que había toda clase de lunáticos en el lugar, todos desde extraños a rarísimos como si destacaran de los demás. Una vez dentro fue recibido entre serpentinas y vitoreo.
-¡Bienvenido a la sociedad de aves, señor Fernández!
-¿Qué- que ocurre?- preguntó completamente desorientado
-Aquí nos reunimos las personas que tienen un trastorno mental pero que somos profundamente talentosos.
-¿Qué quieren de mí?- preguntó con desconfianza pues toda la situación parecía completamente irreal.
-Usted tiene un trastorno ¿verdad?- le dijo la misma chica que le fue a presentar el manuscrito cuya imagen era bastante distinta como se la imagino por su voz, pues era una chica pecosa pelirroja y con sobrepeso.
-Así es tengo….
-no lo diga, aquí tenemos un concurso: quien primero lo descubra se gana su café o té gratis durante todas las reuniones del mes.
-Bueno, ¿pero que quieren de mí?
-Usted es el mas talentoso editor que hay actualmente, así que queremos que edite el libro que escribió uno de nuestros miembros, es absolutamente revolucionario como le dije antes
-Ya- dijo incrédulo y extendió su mano- yo decidiré si es así de bueno
-Espere déjeme buscarlo, su autor tiene agorafobia así que no puede venir muy seguido. Pero hoy vino por que quiso conocerlo a usted y presentarle su libro en persona. Ven Petirrojo.
-¿Petirrojo? – dijo el señor Fernández mientras alzaba una ceja incrédulo.
-Si todos tenemos apodos de aves, yo soy cigüeña pues soy matrona. También puedes intentar adivinar que trastorno tengo.
-no desperdicio mi tiempo en banalidades, ahora déjenme ver el ejemplar “milagroso”
-Si aquí esta- dijo tímidamente un joven de baja estatura pero que tenía veinticuatro años y estaba terminando su carrera de literatura.
Entonces el señor Fernández lo tomo con brusquedad y sin importarle que todos estuvieran mirándolo se fue a sentar a uno de los sillones. Con rapidez estudio el manuscrito y después de media hora asintió con su cabeza y en sus labios se formo una mueca que correspondía a una sonrisa satisfecha. Entonces con ojos brillantes miro al joven y le tendió su mano.
-Tienes mucho que mejorar pero tienes potencial muchacho. Creo que no me retirare pues estoy seguro de que planeas hacer una segunda o tercera parte.
-¿en serio señor Halcón?- le dijo con ojos resplandecientes.
-¿Halcón? No importa. Pero por supuesto, será un gusto trabajar contigo, esto será algo muy grande.
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