Emily era una chica ordenada, prolija y pareja como la definiría su maestro de matemáticas, siempre moviéndose por el mundo con toda clase de actividades ya planeadas. Siempre siguiendo los designios de sus libretas hasta en el ámbito relacional.
Siempre con “citas de estudio” pues de esa manera podía reforzar mejor sus conocimientos, siempre perfecta nunca inadecuada. Encajando perfectamente en cualquier rol que tuviese que interpretar: podía ser cocinera para su madre cuando esta lo requiriera. Podía ser maestra pues ayudar a los demás se veía muy bien en su curriculum. Podía ser “amiga” de personas convenientes que le servirían para desenvolverse aun mejor en su futuro campo laboral.
Ella seguía fielmente sus libretas y no fallaba nunca en completar sus pendientes del día, pues sabia cuáles eran sus límites. Siempre cautelosa de no molestar a los demás o ellos se irán también como su padre. Su mamá la culpo cuando este se fue con otra mujer, porque no era la hija perfecta y eso quedó grabado en su mente. El hombre todavía les mandaba la pensión de alimentos pero eso no cubría el enorme agujero que dejo en la vida de Emily.
Mientras caminaba por el jardín de la escuela, el cual era su lugar favorito, encontró algo que le llamó la atención. Alguien había dejado abandonado un libro en medio de las flores y su titulo hizo que algo se removiera en su interior. Así que lo tomo y vio que tenía una pequeña cartilla con el nombre de varios estudiantes y distintas fechas.
-Debería devolverlo a la biblioteca inmediatamente- dijo ella sin atreverse a darle un vistazo pues aquello no estaba en sus planes anotados en sus libretas.
Entonces con la determinación de devolverlo lo antes posible fue a la biblioteca de la escuela, pero la bibliotecaria se había ido a almorzar por lo que el lugar estaba cerrado. Pensó que lo mejor seria dejarlo en el buzón, pero devolverlo ella misma le sumaria puntos a su reputación. A veces solo hacia las cosas correctas para que su imagen se viera beneficiada, era muy inteligente y sabia que una buena imagen hace la diferencia. En especial si quieres una carta de recomendación para las mejores escuelas de medicina del país.
Así que se sentó a esperar en uno de los bancos afuera de la biblioteca y estuvo como cinco minutos tentada a leer el libro. También era curiosa una cualidad que solo orientaba a la medicina o en asuntos correspondientes. Antes de darse cuenta ya estaba muy sumergida en la lectura leyendo maravillas armadas con las mas bellas palabras. No fue consciente de que casi acababa el receso y tan solo levanto la vista de las páginas cuando la bibliotecaria le llamo la atención de manera amable.
-Yo… lo siento- dijo la chica avergonzada pues se quedo fascinada como una niña ante la magnifica historia que vieron sus ojos.
-Oh estaba segura de que otra persona lo había pedido
-Yo lo siento, lo encontré y no pude resistirme a leerlo.
-Creo que deberías seguir leyéndolo, es muy bueno. Puedo darte otra copia y me asegurare de regañar a ese chico descuidado. Mira que dejar un libro de este calibre olvidado, ¡es casi un crimen!
-¿De verdad? Yo… lo siento no puedo distraerme de mis actividades agendadas- dijo pensando en que había perdido el tiempo del receso del almuerzo por un libro.
-Ya veo, pero cuando quieras puedes venir por él, estará esperándote mientras cruzas el mar.
-No será posible, pero gracias- dijo ella educadamente pero encantada con la referencia a la historia.
Una vez terminaron las clases fue turno de ir a la academia en donde siguió estudiando hasta bien entrada la tarde. Ese era su ritual diario antes de volver a su casa en donde su madre seguiría lamentándose por haber sido dejada. Era como si el tiempo se hubiera detenido para ella y nada mas importara. Por esto mismo Emily tenia que ser una chica que no fallara en nada , a aquello se debía su supervivencia a un ambiente negligente de crianza.
La perfección era su armadura y no podía permitirse flaquear y ahora mucho menos que estaba en su último año de escolaridad obligatoria. Iría a la universidad y se alejaría del ambiente de su casa, finalmente podría ir a hacer algo que la volvería aun mas perfecta. Ya no tendría que cargar con la imperfección de su madre y su desorganizado estilo de vida.
Pero al día siguiente y el día después de ese estuvo muy tentada a ir a buscar el libro, pues en su mente se repetían las hermosas palabras que había leído. Sus convenientes amistades la notaban distraída pero eso a ella no le importaba pues en realidad no era consciente de ello. Producto de reprimir mucho sus emociones se había vuelto un poco difícil reconocer como se sentía realmente. Así que al tercer día, tal como su naturaleza practica le dictaba, fue a buscar el libro para terminar esto de una vez por todas.
-Disculpe, vengo por el libro que devolví hace algunos días.
-Sabia que volverías, este libro no es algo que puedas dejar fácilmente.
-Si, soy consciente de ello- dijo Emily sin saber cómo sentirse.
Una vez lo tuvo en su poder fue a sentarse en un lugar tranquilo donde no mucha gente iba y comenzó a leer. Nuevamente sintió que las paredes se resquebrajaban con cada palabra que leía. La narrativa era tan buena que te sumergías aun si te oponías al oleaje de párrafos. Cada letra era como una puñalada a la vida que Emily ha estado llevando desde hace tantos años. Mostrándole que el mundo es mucho mas amplio que un gran número de tareas anotados en libretas. Logro terminarlo al día siguiente pues hizo espacio entre todas sus actividades para prestarle toda su atención. Cuando finalizo dejo escapar un pequeño grito de jubilo pues hubo un final no tan feliz pero muy perfecto acorde a la historia que el autor quiso contar.
-Creo que yo también debo redirigir mi timón y buscar nuevas islas- se dijo a sí misma.
No fue como si el libro hubiera cambiado su existencia pero fue el empujón para que ella fuera quien comenzara a vivir de otra manera su vida. Si iría a la escuela de medicina pero solo porque de verdad quería ayudar a las personas y le interesaba esa área
Comentários